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    Guerlain celebra 190 años de
Cuando Pierre-François Pascal Guerlain, perfumista químico de profesión, fundó su casa en 1828, no sabía que entraría en la Historia. Fue el primero de una saga de perfumistas que en cada generación han enriquecido el oficio y agrandado el legado, alumbrado fragancias emblemáticas tan legendarias que han eclipsado la producción de otros cosméticos destinados a enaltecer la belleza de la mujer.
Alo largo de 190 años, Guerlain ha escrito una historia sobre fragancias y belleza, sobre legado y crea- ción, atrevimiento y exploración, herencia y futuro. También, una historia sobre mujeres y hombres. Una historia que queremos contar con motivo de la celebración de nuestro ani- versario", dice el máximo responsable de la firma, Laurent Boillot, invitando a descubrir la trayectoria de una firma fascinante, cuya simple mención evoca los conceptos de elegancia, calidad y distinción.
UNA TIENDA DE ESPECIAS
Fue entre los aromas exóticos de la tienda de especias de su padre donde Pierre-François Pascal Guerlain descu- brió su vocación olfativa. Se convirtió en perfumista-químico y en 1828 abrió su propia tienda en la calle Rivoli del París de Napoleón III y su esposa, la española Eugenia de Montijo, donde ofrecer fra- gancias suntuosas que colmaran la sofis- ticación y el lujo de la corte del Segundo Imperio. La Condesa de Castiglione, la Princesa de Metternich, la Duquesa de Mouchy, el Príncipe de Gales y la Duquesa de Berry frecuentaban la bou- tique para adquirir Parfum Impérial, Bouquet de l’Impératrice o Bouquet de Napoleon. En 1853, la emperatriz le nombró “Perfumista oficial de su Majes- tad” gracias a Eau de Cologne Impériale, una partitura fresca a base de rosa, flor de azahar y jazmín, que el perfumista
le había dedicado. La sencillez de esta fragancia, que refleja a la perfección el sentimiento de las esencias de la época –la moda en ese momento dictaba una simplicidad extrema– contrasta con el frasco de abejas, diseñado por el vidriero Pochet, quien se inspiró en la cúpula de la columna Vendôme, frasco que no solo sigue vigente sino que se ha convertido en símbolo de la casa.
AIMÉ, LA SEGUNDA GENERACIÓN
"Haced buenos productos, nunca cedáis ante la calidad" fue la lección que Pierre- François Pascal enseñó a su hijo Aimé, dispuesto a seguir la estela del padre en 1864. Durante su etapa, Guerlain articuló composiciones más hermosas y lujosas, confirmando su huella olfativa con un toque especiado.
En la Exposición Universal de París de 1889, en la que Gustave Eiffel epató al mundo con su torre, Aimé Guerlain sor- prendió a los intelectuales con la singu- lar Jicky. Fue la primera fragancia en conjugar notas sintéticas con ingredien- tes naturales para sublimar su acorde de helecho, marcando el inicio de la perfu- mería moderna.
La combinación de vainillina, cumarina y linalol, extraído de la esencia del pali- sandro, confirió a la fragancia un toque moderno que desafiaba los gustos de la época. Esto explica que Jicky tar- dara en recibir el apoyo de las mujeres 20 años, mientras que había sido bien acogido por los hombres desde su naci- miento. En cuanto al nombre, nunca se ha llegado a saber si Aimé se refería a
su sobrino Jacques Guerlain, que a sus 15 años en aquel momento ya era un apasionado de los acordes olfativos, o al primer amor del perfumista, una joven inglesa que conoció durante sus estu- dios en Londres. Por su vanguardismo, la sombra de Jicky es alargada. Incluso se dice que Jacques Guerlain se ins- piró en las notas orientales de su fondo cuando compuso Shalimar.
JACQUES, LA TERCERA
"Un buen perfume es aquel cuya esen- cia se corresponde con un sueño inicial", sentenció Jacques Guerlain, sucesor de su tío Aimé en 1890. Fue el artífice del acorde secreto de la casa, conocido como Guerlinade, una combinación de vainilla, bálsamos, bergamota, haba tonka y notas florales, incluido en todas las fragancias de la firma desde 1921.
En 1912, en plena Belle Epoque, Jacques creó L'Heure Bleue, una obra maestra compuesta para su mujer Lili. Emulando a los impresionistas, trazó ese momento en el que "la noche todavía no ha encon- trado a su estrella", mezclando notas empolvadas de lirio y violeta con las golosas de vainilla y almizcle blanco, y unas flores dulces enlazadas con notas orientales. Su frasco, con influencias del Art-Nouveau, fue uno de los primeros fabricados en colaboración con Georges Chevalier, de Baccarat.
Esta época feliz, de paz, progreso y libertad para la mujer fue testigo de la aparición de nuevos acordes olfativos. El triunfo de Madame Butterfly certi- ficó que Japón estaba de moda y, para
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